PODER

Estándar

Las relaciones interpersonales son una especie de juego de poder. Las relaciones sanas tratan de equilibrar el poder que tiene cada una de las partes en una relación en diversas situaciones desde quedar para tomar algo, hasta emprender un proyecto conjunto. Pongamos ejemplos sencillos: si quedáis para tomar algo, cada uno paga su parte o bien un día paga uno y otro día paga otro. Si quedáis para cenar unos cocinan y otros recogen, y la siguiente vez se intercambian los papeles. Si dos amigos viven lejos, una vez lo va a visitar uno y otra vez lo visita el otro y así sucesivamente.

 Encontrar un equilibrio entre ambas partes es difícil, sobretodo cuando la relación parte de un desbalance. Quiero decir, si existe un grupo de gente en el que se encuentran personas dominantes y personas que siempre arriman el hombro o siempre ceden. No quiero usar la expresión dominada, porque parto de una suposición en el que no se obliga a nadie a hacer nada que no quiera. Simplemente, con toda su buena voluntad se presta a colaborar para la puesta a punto en la actividad programada. Esto no debería suponer un problema, pero lo cierto es que acaba siéndolo para la parte colaboradora.

 Desde que los demás ven o tú das a entender que siempre vas a ser el que vaya a arrimar el hombro o vayas a ser el/la que cede, la balanza se va a volver en contra tuyo (si no es así, mejor para ti, pero es lo que normalmente sucede). Lo digo, porque cuando alguien no quiera hacer algo va a intentar que tú lo hagas. Entonces, además de hacer lo que te correspondía a ti, también vas a tener que hacer lo que otros no quieran.

 Esta manipulación se puede hacer bien de forma tan sutil que apenas te percates o bien, de una manera más descarada o bruta en el que las intenciones quedan al descubierto. El problema, pero, no se encuentra en el que se te acumulen las obligaciones de los demás. Se encuentra en el momento en que te das cuenta que los demás se están aprovechando de ti y te decepcionan. Porque supongo, que cuando te das cuenta de esa manipulación, empezarás a negarte a ser el que siempre arrima el hombro y el que siempre cede con el propósito de recuperar tu poder. Intentarás reestablecer el equilibrio de esa relación.

 Cuando te empiezas a negar a hacerte responsable de las tareas de los demás, puedes esperarte distintas reacciones. Algunos desistirán en el intento, algunos intentarán convencerte de las maneras más sutiles y amables a que lo hagas y otros en cambio, mostrarán su lado más tirano y egoísta y te harán creer que el hecho de que no lo hagas te convierte en una mala persona, en una persona vaga o caprichosa. Entonces es cuando te sientes mal y te preguntas realmente si tienen razón o no, y no, no la tienen.

 Voy a intentar aclarar o explicar como puedes saber si realmente alguien te está manipulando para conseguir sus fines o si realmente no lo haces porque eres egoísta. Debes de formularte las siguientes preguntas: ¿Habéis definido cuál va a ser la tarea de cada uno? ¿Has cumplido tu parte? ¿Ha cumplido él/ella la suya? Si es que no, ¿tiene algún impedimento para llevarlo a cabo o se trata más bien de una excusa? Si es que sí, ¿suponen los dos el mismo esfuerzo?

Estarás siendo egoísta en caso de que no hayas cumplido con tu parte y él haya cumplido con la suya, o si bien los dos habéis cumplido con vuestra parte pero la suya supone un mayor esfuerzo y no quieras ayudarle.

Estarás siendo manipulado/a, en el caso de que tú hayas cumplido con tu parte y él/ella no, o si bien los dos habéis cumplido con vuestra parte pero la tuya suponga un mayor esfuerzo y el se niega a echarte una mano.

 Lo más importante en el momento de que te des cuenta de que se ha llevado a cabo esa manipulación, es que expongas donde está el límite, hasta donde estás dispuesto a llegar y que es a lo que te niegas. Si la reacción es buena, sigue adelante. Si es que no, pregúntate si realmente esas personas te quieren, si realmente son tus amigos o si debes relacionarte o buscar otras personas con las que compartir tu tiempo. La gente confunde ser bueno con ser débil, con ser inocente o manipulable, pero no tiene nada que ver. A veces esas ganas de ser “el bueno” provienen de un complejo de inferioridad en el que se piensa que si no hacemos la voluntad de los demás seremos rechazados o estaremos siendo “malos” y debemos de ganarnos a los demás dando lo mejor de nosotros mismos, ayudando a los demás en lo que podamos, sacrificándonos hasta que llega un punto en el que lo que nosotros queremos, necesitamos, deseamos o soñamos no importa y nos desvanecemos en los demás.

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 «La bondad es una virtud que solo los sabios saben apreciar.» I.L.

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