¿Cuántas veces hemos pensado que la vida es muy dura, que el destino no está a nuestro favor, que alguien nos está echando un mal de ojo o que tenemos mala suerte? Eso es lo más fácil del mundo, echar la culpa a los demás o en su defecto a la vida o al destino.
Es verdad que algunas cosas no dependen de nosotros, como las catástrofes naturales, o las acciones o el comportamiento de otras personas. Pero cada vez que nos quejamos, nos eximimos de nuestra culpa o ponemos excusas a acontecimientos que pasan en nuestra vida que dependen de nosotros, estamos dejando nuestra “suerte” a libre albedrío, es decir, no nos responsabilizamos de ella.
Pero esa actitud pasiva no nos va a ayudar en nada. Si cada vez que queremos conseguir algo, producir un cambio o mejorar en algún aspecto nos quedamos sentados a ver como pasa el tiempo o la vida, eso que deseamos o soñamos nunca va a pasar.
¿Cuánta gente dice “quiero adelgazar” e intentan hacerlo a través de las dietas milagro? ¿Cuántas personas quieren tener un sueldo mayor sin hacer esfuerzo alguno? ¿Cuánta gente sueña con una casa grande o en su defecto, vivir cómodamente sin hacer nada por lograrlo?
Cuando queremos conseguir algo hacen falta tres ingredientes esenciales: responsabilidad, compromiso y sacrificio. La responsabilidad implica tomar la decisión de hacer que pase nuestro objetivo, o sea, no solo desearlo, sino llevarlo a cabo. El compromiso indica la capacidad de determinar el proyecto, el plan de acción. El sacrificio consta de no decaer en el intento pese a tener obstáculos o que no se den las mejores condiciones para llevarlo a cabo.
Trata de alcanzar tus objetivos porque los sueños no esperan a nadie.